El autocuidado no es egoísmo: desmontando mitos sobre cuidarse

mujer en el campo autocuidado

«No tengo tiempo», «hay cosas más importantes», «se supone que las madres/hijas/parejas no deben pensar en ellas primero». ¿Te suenan estas frases? Hoy quiero hablarte sobre uno de los malentendidos más dañinos de nuestra cultura: la idea de que cuidarse a una misma es un acto egoísta.

Si te digo que pienses en la palabra “egoísmo”, probablemente vienen a tu mente imágenes de personas que solo piensan en sí mismas, que no consideran las necesidades de otros, que son mezquinas o insensibles. Es natural que, bajo esta definición, cuidarse parezca algo malo o incorrecto.

Pero aquí hay una confusión fundamental que está afectando el bienestar de millones de personas, especialmente mujeres, que han aprendido desde pequeñas, que su valor está en dar, cuidar y sacrificarse por otros.

La diferencia entre autocuidado y egoísmo

El egoísmo implica una despreocupación genuina por los demás, una falta de empatía, y la búsqueda del propio beneficio a costa del bienestar de otros. El autocuidado, por el contrario, es el reconocimiento de que tienes necesidades legítimas que merecen ser atendidas, y que cuidarte no solo es tu derecho, sino también tu responsabilidad.

Piénsalo de esta manera: cuando viajas en avión, las instrucciones de seguridad siempre dicen que, en caso de emergencia, te pongas primero tu propia mascarilla de oxígeno antes de ayudar a otros. ¿Es esto egoísta? Por supuesto que no. Es una medida de supervivencia básica que reconoce una verdad fundamental: no puedes cuidar bien de otros si no estás bien tú primero.

El autocuidado funciona igual. Cuando te sientes estresada, cansada, desconectada emocionalmente o sobre activada por tus emociones, tu capacidad para dar amor, apoyo y cuidado a otros será limitada. Al contrario, cuando estás nutrida, descansada y emocionalmente equilibrada, tienes mucho más que ofrecer a las personas que amas.

Los mitos que nos mantienen atrapadas

Mito 1: «Si me cuido, estoy siendo egoísta»

Realidad: Cuidarte es un acto de responsabilidad, no de egoísmo. Una persona que se cuida puede estar más presente, más amorosa y más disponible para otros.

Mito 2: «El autocuidado es un lujo que no me puedo permitir»

Realidad: El autocuidado no tiene por qué ser caro o requerir mucho tiempo. Puede ser tan simple como respirar conscientemente durante cinco minutos, decir “no” a un compromiso que no puedes manejar, o darte permiso para sentir tus emociones.

Mito 3: «Las buenas madres/hijas/parejas siempre ponen a otros primero»

Realidad: Las relaciones más sanas se dan entre personas que saben cuidarse a sí mismas. Los modelos de sacrificio constante enseñan a nuestros seres queridos que el amor se basa en el agotamiento propio.

Mito 4: «Si necesito cuidarme es porque soy débil»

Realidad: Reconocer tus límites y necesidades es un acto de sabiduría y autoconocimiento, no de debilidad. Las personas más resilientes son aquellas que saben cuándo necesitan descansar, recargar energías o pedir ayuda.

De dónde vienen estas creencias

Muchas de nosotras crecimos con mensajes explícitos o implícitos sobre que nuestro valor como personas, especialmente como mujeres, estaba directamente relacionado con nuestra capacidad de cuidar y sacrificarnos por otros. Escuchamos frases como:

  • «Una buena madre siempre pone a sus hijos primero»
  • «No seas egoísta»
  • «Piensa en los demás»
  • «Las mujeres fuertes no necesitan nada»

Estos mensajes, aunque a menudo vienen desde el amor y la buena intención, crean una creencia rígida y profunda que nos hace sentir culpables cada vez que consideramos nuestras propias necesidades.

El autocuidado real vs. los «guilty pleasures»

Es importante distinguir entre el autocuidado genuino y lo que a menudo se vende como autocuidado en nuestra cultura. Un baño con sales, una manicura o un día de spa pueden ser maravillosos, pero no son suficientes si no abordan tus necesidades más profundas.

El autocuidado real incluye:

Autocuidado físico: Dormir lo suficiente, comer de manera nutritiva, mover tu cuerpo, ir al médico cuando lo necesitas, descansar cuando estás enferma.

Autocuidado emocional: Permitirte sentir tus emociones sin juzgarte, buscar apoyo cuando lo necesitas, establecer límites en relaciones desiguales, practicar la autocompasión.

Autocuidado mental: Limitar la exposición a noticias o redes sociales cuando te abruman, practicar mindfulness, leer, aprender cosas nuevas, desafiar tus pensamientos negativos.

Autocuidado espiritual: Conectar con lo que le da sentido a tu vida, ya sea a través de la naturaleza, la meditación, la oración, el arte o las relaciones significativas.

Autocuidado social: Pasar tiempo con personas que te nutren, decir “no” a compromisos que te agotan, buscar comunidad y conexión auténtica.

Cómo empezar sin culpa

Empieza pequeño: No necesitas transformar toda tu rutina de un día para otro. Elige una pequeña acción de autocuidado que puedas implementar esta semana. Puede ser tan simple como tomar tu café de la mañana sin revisar el teléfono, estando en el momento presente.

Redefine tu concepto de productividad: El descanso no es pereza. El tiempo para procesar emociones no es tiempo perdido. La relajación no es un lujo innecesario. Estas actividades son tan importantes como cualquier tarea de tu lista de pendientes.

Comunica tus necesidades: Si las personas en tu vida están acostumbradas a que siempre estés disponible, puede que necesites educarlas sobre tus nuevos límites. Puedes decir: «Necesito una hora para mí esta tarde» sin justificar o pedir perdón.

Observa la resistencia: Nota cuando aparezcan pensamientos como «esto es egoísta» o «no debería necesitar esto». Reconoce que estos pensamientos son parte del condicionamiento que estás intentando cambiar, no verdades absolutas.

El efecto dominó del autocuidado

Cuando empiezas a cuidarte genuinamente, algo mágico sucede. No solo te sientes mejor tú, sino que las personas a tu alrededor también se benefician. Tus hijos aprenden que está bien tener necesidades y cuidarse. Tu pareja ve un modelo de autorrespeto que puede inspirar cambios positivos en su propia vida. Tus amigos se sienten con más permiso para cuidarse también.

Además, cuando estás bien cuidada, puedes dar desde la abundancia en lugar de desde la escasez. Tu amor y apoyo hacia otros surge desde un lugar de plenitud, no de obligación o agotamiento.

Un nuevo paradigma

Te invito a considerar una perspectiva diferente: que cuidarte no solo no es egoísta, sino que puede ser uno de los actos más generosos que puedes realizar. Al cuidarte, estás modelando para otros que está bien tener necesidades. Estás creando espacio para relaciones más equilibradas y auténticas. Estás contribuyendo a un mundo donde el bienestar personal no está en conflicto con el cuidado de otros.

El autocuidado no es un lujo, es una necesidad básica humana. No es egoísmo, es supervivencia emocional. No es tiempo perdido, es una inversión en tu capacidad de vivir y amar plenamente.

Mereces cuidarte con la misma dedicación con la que cuidas a otros. Mereces estar bien. Y está bien que eso sea importante para ti.

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Sanar desde la Raíz.

María Martínez Psicología

Sanar desde la Raíz es una invitación a mirar hacia dentro, comprender tu historia y transformar el malestar desde su origen.

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